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¿Qué es y qué no es patrimonio?

¿Cuáles son esos bienes que colectivamente queremos compartir? ¿Hemos de repensarlo? Los catalogados UNESCO (48 lugares en España) o Patrimonio Nacional lo son, nadie lo pone en duda.  Son herencia común innegable, también reclamos turísticos que atraen a millones de personas. Poseemos también otras muchas cosas nos definen y son asumidas como patrimonio siempre que incluyan tres constantes: historia, arte y tiempo. Yacimientos arqueológicos, villas romanas, catedrales, palacios renacentistas, pueblos enteros, paisajes… ¡Pero el patrimonio está también en los detalles! Lo ancestral de las costumbres también es patrimonio inmaterial, garantizado por el tiempo. La arquitectura vernácula es patrimonio: como decía Fisac, “arquitectura popular es la que hacen el pueblo y el tiempo”.

Tiempo: esa es una de las claves.

¿Y cuánto es este tiempo? ¿mil, quinientos, cien años? ¿Asumimos que el patrimonio también puede tener 75, 50 ó 30 años? Si patrimonio es el conjunto de los bienes comunes con los que nos identificamos, lo actual también es patrimonio. Proyectándonos hacia el futuro, de nuestra generación va a quedar alguna huella, por lo que debemos empezar a reflexionar sobre ello ya, ahora. Tenemos que cuidar lo que ahora hacemos por nosotros mismos, pero también pensando en su valor testimonial para otras generaciones.

El tiempo, sí, es un factor esencial. A Le Corbusier le interesaban los automóviles como muestra del espíritu novedoso de su tiempo. Uno de ellos (quizá el Ford-T, el primero producido en cadena) aparece retratado ante la Villa Stein-de Monzie. Es curioso cómo se superponen las épocas. El tiempo corre de forma distinta para el edificio y para la máquina. Distinguimos la fecha de las fotos de la Gran Vía por los modelos de los coches que transitan por ella. Los edificios permanecen, y la estética del modelo del automóvil, de la moda, de las farolas son quienes atestiguan las épocas… En resumen, los objetos son auténticas referencias temporales.

FPH190-42_Villa Stein_Garches_France_North Facade with Car_Le Corbusier_1927_(Les Terrasses)_©F.R.Yerbury_1930

La cultura está en los detalles.

Los edificios, el espacio público, el urbanismo y sus procesos nos definen. La imagen de la ciudad es cultura. Nuestra generación se manifiesta a escala grande y a escala pequeña, en los espacios públicos, en los edificios, en los oficios y en los detalles.  La estética se revela en el arte aplicado, a través del diseño industrial, los objetos, la tipografía, la publicidad…  Los límites no siempre están claros entre áreas artísticas, entre conocimiento y artes, entre utilidad y mero juego. No se sabe dónde empieza uno y acaba otro, o cuándo es industria o cuándo es arte, pero todo eso nos está representando.

En la arquitectura, que es un arte compartido, colaboran muchos oficios. Es expresión completa de muchos elementos y no sólo su tectónica. Está también en los detalles.  Durante un tiempo las artes aplicadas fueron de gran importancia. Desde Arts & Crafts hasta los años 60, cerrajería, cantería, vidriería, mobiliario y hasta papel pintado colaboraban en la creación de una estética determinada. Definieron el sentido de la belleza de su época, como comenta el «Documento de Madrid» de Icomos del 2011. Nuestra generación también quedará representada tanto por el tratamiento de toda esta variedad de elementos como por su ausencia.

Los detalles definen la época. Proporciones, planos completos, vidriería (hormigón traslúcido), remarcado, piedra, ladrillo. Edificio en c/ San Germán. Madrid. 1960. ¿Arquitecto?

Entonces, ¿todo es patrimonio?

¿Hemos de conservarlo todo? ¿No se debe tocar nada? Entre congelarlo todo y no valorar lo que tenemos hay muchos pasos intermedios, igual que hay miles de grises entre el blanco y el negro. Sabemos ya que la rehabilitación será lo que nos ocupe durante un futuro próximo, porque eso es lo que la sociedad demanda.  La mayor parte de nuestro patrimonio tiene menos de cien años, y para hacerlo más sostenible y adecuado habremos de echar mano de la inventiva. La creatividad reside también en saber seleccionar y gestionar cuáles son los valores arquitectónicos que se deben mantener en cada rehabilitación.

Todo edificio conlleva un caudal de conocimiento tecnológico que habrá que sopesar y decidir  en función de ello los criterios para nuevas intervenciones. Tendremos que distinguir lo que es realmente necesario y mejora la calidad del edificio de lo que lo empobrece. ¡Cómo despreciar todo ese caudal de conocimiento que muestran los edificios que “sólo” tienen esos 75, 50 ó 30 años!

Concretemos: estrategias bioclimáticas, sistemas constructivos, oficios como cerrajería, carpintería, vidriería, cantería, pavimentos, revestimientos, tipografía, mobiliario… Estos elementos, aparentemente utilitarios, acumulan información y conocimiento sobre la tecnología y cultura de su época. Merecen un estudio atento, porque el patrimonio está también en los detalles.  

Los automóviles dan la medida de la época.
Edificio Carrión en Gran Vía Recién inaugurado. 1933. www.mcu.es

 

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