En el mundo arquitectónico, las siglas VERDE, LEED, BREEAM, DGNB, etc., etc., empiezan a ser (de hecho, ya son), digamos, controvertidas. La crítica a estas herramientas se enmarca en el hipotético enfrentamiento entre la “buena arquitectura de siempre” y estos métodos, que son vistos por muchos arquitectos como el renacido invento de la pólvora: algo inútil por ya conocido, algunos incluso las consideran un sacacuartos, un galimatías más entre el actual marasmo de papeleo, que contrasta con la simplicidad con la que se definían los edificios hace décadas. Esto por una parte es cierto, pero por otra no lo es, y me gustaría romper una lanza en su favor.
Estos métodos son una herramienta, de hecho, se llaman así, “herramientas de evaluación medioambiental de los edificios”. Su icono suele ser un destornillador. En manos de un técnico tienen utilidad y ayudan a resolver una necesidad. Son instrumentales. Si asumimos que existe una tecnología nueva basada en demandas ambientales, el uso de estos métodos puede facilitarnos el proceso de crear. Son simplemente un elemento que hay que dominar o tener a mano, de la misma forma que el Neufert fue (y es) una herramienta muy útil. El Neufert no hace la arquitectura, pero ¡ay, si le ignoras!
Un repaso a las revistas de Arquitectura de los años 50 y 60 muestra como muchos profesionales (Lamela, Carvajal, etc.) se adaptaban muy conscientemente al paisaje, al clima y al lugar y tenían siempre de forma muy presente el soleamiento, las orientaciones, las tecnologías del momento… El bioclimatismo no es un invento de nadie, ahí estaba, en la arquitectura popular. Pero la tecnología más reciente nos está dando nuevos datos y conocimientos para profundizar científicamente en estas sabias intuiciones, basadas sobre todo en la experiencia. Demos un paso más en su investigación, afinemos, complementemos, comprobemos, comparemos, midamos impactos y soluciones; aquí es donde entra el papel de estas herramientas.
Además de usarlas, en su elaboración deberíamos intervenir como arquitectos y dar nuestro punto de vista para perfeccionarlas, porque está claro que crecen y se desarrollan sin detenimiento. Nihil novum sub sole, parece recordarnos esta viñeta de ¡1981! de Focho en la revista CAU. Efectivamente, así es: Nada nuevo bajo el sol, y aplicar la tecnología y el conocimiento a nuestra disposición ha sido siempre una constante, rechazarlo es inútil.
Referencia:
¿Qué hace que un edificio sea sostenible? Saber más Leer más